martes, octubre 16, 2007

Milán, Milán

Milán juega malas pasadas a quien intenta movilizarse en carro cerca a la plaza del Duomo, la joya de iglesia que junto con el edificio de la Scala son el emblema de la ciudad. El estacionamiento es un tema crítico así que las multas o traslados de vehículos mal aparcados están a la orden del día, al menos en los carteles donde se ve la figura de un remolque. En lo que va de mi estadía, no he visto grúa alguna. Será que se cumple la norma. Me dijo el conductor de una máquina, como se le llama al vehículo de cuatro ruedas en italiano, que sólo con autorización se puede entrar al Centro.

A todo esto, se darán cuenta que mi recorrido ha continuado. Estoy en Italia, un país en el que los viajes están asociados a la expresión Gran Tour como escribió Goethe en su Viaje a Italia alrededor de 1786. En la habitación del hotel donde me alojo, han tenido a bien dejar la crónica del poeta y le he pegado una mirada. Cuenta el autor de Fausto que si antes del siglo XV se viajaba para cumplir con alguna necesidad, a partir de esa fecha nació el interés de conectarse con otra cultura por una curiosidad intelectual e incluso psicológica. Podría decirse que en pleno siglo XXI se hace lo mismo, la diferencia es el ritual previo. Agradecer la suma de circunstancias que permiten al viajero juntar el dinerillo que hace falta para subirse a un avión.

La belleza del Centro de la ciudad sobrecoge casi. He visto en Wikipedia la imagen de la Catedral que se conoce como el Duomo. No se notan sin embargo las figuras ubicadas en las molduras de la construcción que se dice velan por la ciudad. Sobre la edificación de mármol de estilo gótico de tonalidades blancas y rosáceas van todas las miradas y los clics de las cámaras digitales, aún cuando parte de su fachada se encuentre en restauración. Lo estuvo también durante tiempo La última cena de Leonardo, ubicada en la iglesia de Santa María de la Gracia. El turismo está en las calles como en los centros del arte. Visité la Pinacoteca de Brera ubicada en el segundo piso de la Academia de Bellas Artes donde asisten centenares de jóvenes estudiantes motivados probablemente, por la rica historia artística de su país. Entre mis favoritos, pude ver el Cristo muerto de Andrea Mantegna, Los desposorios de la Virgen de Rafael y me sorprendió encontrar dos lienzos de Sofonisba Anguissola, pintora renacentista rescatada por el movimiento feminista para una historia del arte que ha hecho sólo venias al género masculino.

En lo que se refiere a la vida cotidiana, mejor que el carro que se encuentra en la cochera del hotel hasta nuevo aviso, nada más que el metro y el tranvía. Ponerse al tanto de las rutas y hasta perderse forma parte del juego en el que me enfrasco. Una suma de rostros, ritmos y hasta olores en los que la sorpresa de haber viajado a una ciudad en la que me siento muy a gusto me hace sólo exclamar Milán, Milán.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola
Cuando estemos juntas me contaras mas de los que estoy recepcionando con tus articulos. Lindo. hasta a Lucho lo vi.
Que gusto que esten disfrutando tanto el viaje. Milan, Milan...
Los comentarios son interesantisimos.
Suerte
Mariella

Lichi Garland dijo...

Gracias Mariela, saludos.