Tomen nota de la manera en que un viaje puede sacarlo a uno de su circuito habitual de percepciones, estilos y hasta de gustos. Basta dejarse llevar por el afán de explorar y decidirse a correr el riesgo de perderse. Me refiero, antes que al hecho de no encontrar la dirección de calles o paraderos para llegar a tal o cual lugar, a dejar que se desdibujen un tanto los mapas mentales con los que solemos enfrentar el mundo. El asunto es que viajo mañana por razones familiares a la ciudad más importante del estado de Luisiana en EE. UU.: Nueva Orleans y que tras la navegación de rigor para ponerme al tanto del clima y sugerencias turísticas, recalé en el vudú. Vaya, casi una mala palabra asociada en el cine de Hollywood con otras como macumba y candomblé. Piensen en zombies, espíritus y maleficios, aunque sólo por un rato. La mirada que acabo de pegarle al término me ha dado a entender que el vudú es una religión venida de Africa a América que incorporó elementos del catolicismo. Sobrevive sin embargo la leyenda. Esta señora retratada aquí al lado, Marie Laveau, es considerada hasta hoy la reina del vudú en la ciudad edificada al lado del río Mississipi. Y hay que visitar su tumba, dicen los guías web. Me va a gustar, no sé si tanto ir al cementerio, como aterrizar en un aeropuerto que lleva el nombre de un músico extraordinario, Louis Armstrong. Les cuento.
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