San Isidro, el distrito donde vivo está despanzurrado. Letreros en los que se lee ´Desvío´ o ´Calle clausurada´ han pasado a formar parte de la grafica urbana. Una lectura poco recomendable para el automovilista que enrumba a su punto de destino sin posibilidad de corroborar que abril es el mes de las letras, día del idioma incluido. Es un hecho que vivir en los alrededores exige una serenidad que no se consigue así no más. Una polvareda digna de nuestro más inhóspito pero bello desierto de Ica al sur de Lima, ha hecho alianza con los gases de un aire cada vez más insano.
¿Pero no hay comunicación entre los vecinos y la Municipalidad? Ojalá el panel colocado por la alcaldía en una arteria principal, diera ánimos para esperar el desenlace de la barahúnda. Se menciona el embellecimiento de las calles, entiéndase remodelar las esquinas de pistas y veredas, pero sin un calendario sobre la duración de la obra. Por lo demás, el aviso lleva ya en ese lugar varias semanas y amarillea al ritmo del ruido que produce cada unidad de una maquinaria enloquecedora.
¿Paciencia? Un universo de construcciones hacia lo alto agrega zozobra al distrito. Me pregunto qué pasará cuando todos los edificios actualmente en obra, ¡ciento diez! estén ya habitados. Aunque se hable de la construcción como un motor de la economía, si no se hacen nuevas vías en el área los nuevos pobladores contribuirán a la congestión.
Así las cosas se extraña en las autoridades municipales una mayor inteligencia, término que propongo emplear en la óptica del vocabulario de Gardner. La publicación hecha por el profesor de Harvard en 1983, dejó indicios de que hay en cada quien múltiples tipos de inteligencia. Enumeró entonces ocho y en un libro más reciente el 2007 agregó cinco más.
Ocupar un cargo político para liderar una comunidad debiera exigir entre todos los tipos de cualidades humanas, en principio tres. No se pide que el alcalde sea un hábil matemático, que su cuerpo tenga la plasticidad de un bailarín o que le nazca la composición musical con la facilidad de un Mozart. Se trata de resaltar por sus habilidades visuales y espaciales, sus dones para la comunicación interpersonal y su inteligencia naturalista.
Den por seguro que si esos fueran los dones del señor alcalde hoy, no estaría yo escribiendo estas líneas. Taladrar no es un verbo que deba conjugarse todos los días.
Imagen: Pieter Brueghel el viejo o Bruegel, 1563.
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