

Gardner presenta la habilidad artística como un desarrollo en forma de `U`que tiene sus primeras manifestaciones alrededor de los dos años. El niño comienza a alborotar con su innegable creatividad al dibujar líneas en movimiento que el adulto identifica como borrones y garabatos. Vive una etapa que abandonará camino a su sétimo año de vida cuando se interese en la literalidad. Un momento de representaciones realistas, de imitación y de toma de conciencia de las reglas. Importante aunque los dibujos del niño no parezcan ya artísticos, sino estereotipados por lo repetitivos. El apego a las reglas ha de ponerlo en contacto con los símbolos de la cultura.
Es probable que en el otro extremo de la ´U` renazca la frescura en el trazo. Si el niño se socializa en buenos términos, tendrá la posibilidad de ingresar a la adolescencia con una sensibilidad atenta. Debe comprenderse que este proceso no es rígido para todos, ya que varía según se trate de un joven que decida hacerse artista o no a inicios de la adolescencia.
En cuanto a la relación entre las dotes del adulto y del niño, Gardner da a entender que el niño crece y se desarrolla como un individuo controlado por sus dotes. El artista adulto en cambio, dedica su vida a manejar las habilidades con las llegó a este punto de su desarrollo. Encuentra además en el medio artístico los estímulos para expresarse.
Para volver sobre Klee, Miró o Picasso. Si sus pinturas parecen infantiles es por su decisión de colocar en ellas gestos de simplicidad y espontaneidad. Picasso lo dio a entender con claridad al decir que ya a los doce años dibujaba como Rafael, pero que le había tomado toda la vida dibujar como un niño.
Imágenes: Paul Klee 919, Jean Miró 1924.
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