
Las preguntas de la autora del texto Francoise Barbe- Gall dirigen la mirada infantil. Entre los cinco y los siete años se puede interrogar a un niño o niña sobre el tamaño del cuadro, el nombre del jinete, lo que hace, de dónde parece salir. De los ocho a los diez, sobre la posición del caballo, el lugar donde podría haber sido hecha la pintura, el paisaje, las razones para retratar a un monarca en su caballo y si hay muchos lienzos de este tipo.
Finalmente entre los once y los trece años, el mundo del niño puede ya dar importancia a mayores detalles. Por ejemplo que la proporción del jinete y el caballo no parecen responder a la realidad, el rey está más grande de lo que podría verse, el poder y la valentía del emperador como rasgos no únicos de su personalidad, Tiziano tuvo que conocer un poco de cerca al monarca para saber cómo pensaba y darlo a entender en sus maneras.

De mi propia cosecha fue buscar la escultura de Marco Aurelio, emperador romano del siglo II d. c., en el que se inspiró Tiziano. El Carlos V del pintor veneciano inspiró después a otros monarcas, o en general a otras figuras poderosas para desear ser retratados de la misma manera.
Manejar un caballo y contener su ímpetu era un indicio del control que el personaje tenía no sólo sobre sí mismo sino sobre la naturaleza, sus súbditos o allegados.
Es sencillo deducir que del autodominio de antaño que comenzaba en el físico mismo del gobernante, no quedan muchos rastros. Habría que ver sino hoy digitalizados por una cámara a los grandes del planeta. Sentados al volante de un carro movido por energía limpia. Ecológicos y satisfechos, podrían tener como paisaje una serie de molinos de viento produciendo electricidad también de manera limpia.
Un sueño o hablando de molinos, una quijotada que el poder aspire a proteger el medio ambiente...
Imágenes: Tiziano en el Museo del Prado y escultura de un autor anónimo ubicada en Roma.
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