Mi recorrido por temas de estética en el siglo XVII viene siendo menos una extravagancia que la necesidad de aclarar algunos conceptos sobre el mismo término ´estética´ y la clasificación de las ´bellas artes´. En esas me he dado con un personaje singular: Charles Perrault (1628-1703) funcionario de la corte de Luis XIV (1638-1715) animador de la polémica, en francés querelle, entre quienes se pronunciaban a favor de la cultura griega y quienes llamándose modernos la criticaban. Perrault no sintonizaba con Homero y más bien con la poesía francesa de su época así que se ubicó del lado de los modernos.
Un respiro me pareció indagar en las publicaciones del francés sobre relatos de la tradición oral europea, convertidos bajo su pluma en cuentos de la literatura universal como se dice. ¿Circulaban también entre los indígenas nambikwara con los que convivió Levi Strauss antes de publicar ´Las estructuras elementales del parentesco´? Cabe dudarlo, pero de hecho entre los/las urbanitas de esta parte del mundo sí. Encuadernaciones de distinto tipo se eligen hasta hoy para hacer un buen regalo a un niño. El adulto que hace el presente juzga necesario que el pequeño ser tome contacto con ´Los cuentos de mamá gansa´del francés. Otros autores como los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen les darían nueva forma, pero Perrault fue el primero.
Encontré en traducción al español tres que comenzaban con había una vez. ¿Los identifican? La globalización de nuestra pisque no ha comenzado ayer. Perrault era francés, los Grimm alemanes y Andersen danés.
"Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo. El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo..."
"Había una vez un rey y una reina que estaban tan afligidos por no tener hijos, tan afligidos que no hay palabras para expresarlo. Fueron a todas las aguas termales del mundo; votos, peregrinaciones, pequeñas devociones, todo se ensayó sin resultado. Al fin, sin embargo, la reina quedó encinta y dio a luz una hija. Se hizo un hermoso bautizo; fueron madrinas de la princesita todas las hadas que pudieron encontrarse en la región (eran siete) para que cada una de ellas, al concederle un don, como era la costumbre de las hadas en aquel tiempo, colmara a la princesa de todas las perfecciones imaginables..."
"Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban..."
Imagen: Gustav Doré.
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