martes, octubre 30, 2007

En el camino


¿Qué hacer entre las once y media de la mañana y las cuatro de la tarde? El receso de ayer en el Seminario al que estoy asistiendo, de hecho bastante más prolongado que cualquier otro que hubiéramos tenido antes, me movió a buscar una manera distinta de aprovechar el tiempo. A todas luces quería hacer una pausa al encuentro humano, al menos en lo que a los participantes de la experiencia grupal se trataba. Mmm... resolví coger las llaves del carro y salir de los predios del hotel. Hasta el tuétano banal, quería encontrar a alguien que me limpiara el carro sirviéndome de pretexto la respuesta que me había dado temprano un empleado del establecimiento. Ellos no brindaban ese servicio. ¿Y de cuando acá me volvía yo tan prolija en materia automotriz? La imagen que me venía a la cabeza era sin embargo, la de mi check out mañana y el traslado a Lima en un vehículo empolvado.

Ya en la playa de estacionamiento del hotel, corroboré que el vehículo parecía efectivamente haber subido y bajado montañas, atravesado ríos y, a juzgar por las hojas posadas en la luna delantera, haber estado sometido a un viento muy fuerte. Ran ran ran, prendí el motor y enrumbé al pueblo dándome conque no había nadie aparente para la tarea. Me dirigí entonces hacia la carretera. ¿Hasta donde iba yo a alejarme en tan peculiar búsqueda?

Felizmente no mucho. Sin haberlo pensado, conducí unos kilómetros más allá hasta el club al que soy asidua y conseguí que me limpiaran el carro. En el entretanto me entretuve tomando una bebida y mirando el paisaje.

No fueron sólo los árboles. Hurgué en mis sentimientos para acercarme a los motivos de la casi extravagancia que me había impuesto: Salir en busca de un limpiador de carros. Reparé así que no quería mostrar a través de las huellas del polvo en el carro, ni a los otros ni a mí, el aspecto de quien regresa de un Safari. La palabra de procedencia bantú que en un sentido se refiere a la caza fotográfica de animales en parques y reservas del continente africano, apareció con naturalidad en mi vocabulario.

Si he tomado fotos de un parque humano me dije, en las que con un clic particular me he incluído yo misma, quiero que ocurra lo que pasaba antes de entrar al mercado la cámara digital. Que mi experiencia vaya al laboratorio, para tras el proceso de revelado enterarme recién de qué manera les hago un lugar en el camino. No hay apuro.

Imagen: Francesco Clemente.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

No me cabe duda que de esta experiencia estás consiguiendo sabiduría y capacidad para andar por nuestra selva humana,
con admiración,
Rocío

Lichi Garland dijo...

Rocio, me toca la atención y el cariño con los que lees las líneas de "La vista flaca". Con admiración también.

Anónimo dijo...

Lichi: Simplemente LINDO!
Sara Jessica

Lichi Garland dijo...

Gracias Sara Jessica, me alientas. La mejor suerte en la city.

Anónimo dijo...

Lichi
Creo que lo que te pasaba eran excusas para volver a la realidad luego de un divino viaje.
Suerte.
Mariella

Lichi Garland dijo...

A veces no reparamos en la realidad que pueden tener los divinos viajes, ¿Será así Mariella?