Hoy que debo dejar mi PC con la prisa del mundo, me doy con el detalle de una pintura de Dalí. En realidad de Galí, que así firmaba el catalán para expresar la simbiosis que vivía con su musa Gala. Sin ella no habría podido crear al "Divino Dalí", personaje que el pintor y showman engendró en su autobiografía imaginada, "Mi vida"(1942). Gala lo había de-li-mi-ta-do ayudándolo a salir de un delirio gobernado por el miedo para pasar a otro en el que contaba la grandiosidad.
Como quiera que no cocino, no puedo asegurar si las recetas del libro de la pareja, "Les diners de Gala" son realizables. Me atraparon más bien, las líneas referidas a esa asociación de ideas e imágenes tan libres que practicaba el artista y a la cual se ocupó de identificar como su método paranoico crítico.
Lean ustedes este párrafo. "Gloria a Rabelais: la carreara más lenta y más vertiginosa hacia la muerte es el sibaritismo agudo; el placer sin igual que proporcionan los manjares más delicados (mientras tiene lugar esa otra carrera hacia la muerte que es la Vuelta ciclista a Francia, ocasión suprema para subidas y descensos, curvas veritginosas y patinazos mortales), es el que sugiero disfruten mis lectores cuando las chicharras cantan en plena canícula del mes de julio, gastronomía delirante que yo escojo para ilustrar la cubierta de este libro que, según mis planes, debe transformar el arte de comer en éxtasis olográfico".
Nota: El libro data de 1971. Y ofrezco transcribir una receta a mi vuelta.
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