miércoles, junio 20, 2007

El perro de Pavlova


En realidad el perro era de Pavlov, el fisiólogo que descubrió que si hacía sonar una campana cada vez que alimentaba a su animal, posteriormente éste salivaría ante el sonido sin necesitar la presencia de comida. El cisne es más bien, de la bailarina más celebrada del mundo, Anna Pavlova. La creatividad del mundo eslavo a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX me ha llevado al gazapo voluntario. ¿Para decir qué?.

De entrada que el espectador menos avisado ha oído hablar de "El lago de los cisnes", pieza de un excepcional trío de rusos. Los coreógrafos Petipa y Levanov y el músico Tchaikovski. El estreno en San Petersburgo fue en 1895. Pavlova bailaría "El lago..." años después, pero su desempeño más destacado sería "La muerte del cisne", estrenada en Nueva York en 1905.

Sigue que estas semanas Lima nos provee de espectáculos de danza. Por un lado el festival del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA), por el otro 100% Cuerpo de la Alianza Francesa. Agreguen la muestra de Danza Viva en el Museo de Arte de Lima (MALI), aunque sólo fuera una fecha. Y que se me vino a la cabeza el libro de Doris Humprey (1895-1958), la norteamericana que publicó "El arte de hacer danzas" un clásico que bien vale recordar.

Se pregunta Humprey por qué bailar a un cisne y no a un perro. Hace ver que en primer lugar está el signficado simbólico y enseguida el movimiento. El ave se asocia con el ideal romántico que exaltó la belleza de formas etéreas. Las líneas del cisne son suaves, la proporción de su cuello expresa una gracia idealizada. Se desliza además con suavidad y hasta con elegancia. El pobre perro da saltos, mueve la cola. Definitivamente poco tiene de romántico. En todo caso subraya Humprey práctica, los poetas eligieron al cisne y no a la cigueña como imagen. Agrega entonces, que el tema en una danza no es en el fondo lo más importante.

Cierto que el coréografo debe elegir el tema de acuerdo a sus ideas, valores y convicciones sobre el arte en la vida, pero no puede olvidar que debe tocar el corazón, la piel o quien sabe hasta las vísceras del espectador en el presente. El genio del pintor incomprendido por sus contemporáneos que años después resulta venerado por la historia del arte no es su caso.

En otras palabras, la danza es el ahora o nada. Hay que tener pues mucho oído en la creación coreográfica. Antes que para condescender con los gustos del espectador, para sintonizar con él. Aunque Humprey admira el empecinamiento de algunos colegas, llega a decir que es preciso "abandonar las convicciones y los vuelos más extremos de la fantasía en nombre de la supervivencia y prosperidad".

Ya está. El ruego va en dirección de que la danza, sea sobre perros, gatos o pericotes, nos llegue muy dentro. Cada noche de espectáculo.

Imagen: Anna Pavlova y Jack, su cisne favorito.

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