Amén de que suelo mirar con cierto detenimiento representaciones de ambos personajes, en esas me di con un interés agregado: el uso del detalle en un pintor del Renacimiento. A Mantegna le bastó mostrar la cabeza del gigante sostenida por Judith en primer término y hacer un guiño al observador sobre el resto de su cuerpo nada fácil de advertir. En la porción inferior y a la izquierda del lienzo (sin iluminar en la segunda versión aquí abajo) dibuja sólo un pie para dar a entender que en la cama yace el exánime Goliat.
Con toda la afluencia de imágenes que caracteriza al siglo en que vivimos, redescubro que nuestra mirada más que sagaz se ha vuelto poco acuciosa. Pasamos por alto lo que no está en primer término. Es posible que el observador de la época de Mantegna viera menos y por tanto con más detalle. Acaso su mirada y no la nuestra pudiera identificarse como la más rápida del oeste.
Imagen: Andrea Mantegna.
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