Heroína, prisión, castigo, hambre. James Natchwey (1948) fotógrafo estadounidense, ha dedicado su vida al registro de situaciones que se quieren ignorar o ante las cuales es más cómodo cerrar los ojos. Su intención manifiesta ha sido actuar como portavoz (ojo testigo habría que decir) de lo que la sociedad debe rechazar. De una suma de injusticias que claman por ser atendidas. Su trabajo visto sin embargo desde otro ángulo, no puede evitar ser señalado como el de alguien que vive del dolor ajeno. Natchwey no se inmuta. Admite que es un oficio enfermo pero necesario. Se necesitan humanos que no sólo vayan en pos de la foto más brutal o dramática sino que compitan por ella. Tratándose de las guerras aún a costa de la propia vida. Dice Natchwey: "Creo que la gente se debe ofender con el genocidio. Se debe ofender con la limpieza étnica. Se debe ofender con el hambre. Mi trabajo no es hacer que esas cosas sean cómodas o fácilmente digeribles. Mi trabajo no es hacer sentir cómoda a la gente con estas cosas, ni entretenerles. Mi trabajo es concienciar a la gente del hecho de que son crímenes contra la humanidad". Admirador de Robert Capa ( 1913-1954), y seguidor por tanto de su máxima: "Si tus fotografías no son buenas es porque no te acercaste lo suficiente", Natchwey ha sido ganador del World Press Photo y aunque se mantiene ligado a la agencia Magnum ejerce también de manera independiente. Lo que llama la atención es su excepcional manera de capturar un instante. Como si en medio de tanto dolor e incluso peligro, la composición de sus imágenes no dejara de tener en cuenta el efecto estético. ¿Sobre qué escena del gran tema y cómo hacer un clic? La pregunta exige un límite que tocará resolver a cada profesional. El propósito si no queremos dudarlo, es la denuncia social, lo que no exime de tomar contacto con la propia ética.
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