¿Y tú, te fuiste a la China? Crecí escuchando la frase a mis mayores, en particular a mi abuela, una señora zalamera que con el teléfono en la oreja dejaba salir de su boca expresiones del tipo: Sí cholita, mi negrita o porsupuesto gringa del alma. La mención de la China a sus amigas le permitía hacer notar lo que consideraba la prolongada ausencia de una de ellas. Poco importaba que la señora en cuestión hubiera estado absorta en sus asuntos sin salir de Lima. Había quebrantado su rutina de encuentros auditivos con mi abuela, así que en ese tono que tenía algo de reproche ella le lanzaba lo de la China, en verdad una manera de decirle que la había echado de menos. El caso es que la expresión ha dejado de decirse, ¿será que nos damos hoy cuenta de que las ausencias no son sólo físicas? Es sencillo reparar en que se puede tener la cabeza ausente, puesta quien sabe si en las musarañas como también decía mi abuela, y el cuerpo presente. O, para usar un lenguaje más cercano a las ciencias humanas, dígase la filosofía o la psicología, que se puede estar y no estar a la vez. A considerar que el filón todavía no se ha volcado a terreno publicitario. Podría ofrecerse en carteles para colgarse en plena frente: Mente en blanco (o en negro). No estoy para nadie, He salido y no sé como volver, Pienso solamente en mis problemas (difícilmente en mis gozos que estos invitan al encuentro), La vida es una…, Déjenme con mis cosas, etc.
A lo que iba. La expresión de la China que usaba mi abuela me vino a la cabeza al reparar en que es casi un hecho mi viaje al Japón. Mañana debo ir a la embajada del país oriental para solicitar la visa, todo un itinerario que me ha sacado anticipadamente de la rutina. El plan previo ha consistido en documentos a recabar, entre ellos cuenta bancaria, propiedades o documento de ingresos, la foto del tamaño requerido, ubicar también el pasaporte, ¿dónde lo dejé la última vez? Con un poco de detenimiento, los humanos nos damos cuenta en qué consiste la sumisión a la autoridad en la que hemos delegado la responsabilidad del vivir colectivo. Nadie se mueve del país donde lo depositaron el óvulo y espermatozoide que lo convirtieron en un ser de carne y hueso, a no ser que el destino que ha elegido, representado en su embajada, le de el permiso del caso. Veremos de qué manera ingreso a esa realidad tan nicho del turismo en Lima que consiste en trasladarse de un lado del Oceáno Pacífico al otro.
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