viernes, agosto 29, 2008

Como las aves

Los aviones y su vocabulario. En cada viaje redescubro mi miedo a esas naves más pesadas que el aire, que con su par de alas y en virtud de su impecable aplicación de la leyes de la aerodinámica remontan la tierra. El por qué preciso de su vuelo es de hecho ajeno para quien no decidió pasar su horario de trabajo en el aire. Imagino quiero decir, que la tripulación de un avión estudia el cómo vuela su oficina. Especulo que su conocimiento es un requisito para lograr el aire despreocupado que le muestran al viajero. No he podido comprobarlo porque como sabemos, uno se estereotipa al máximo cuando deja de tener los pies en tierra. Un billete aéreo con destino hacia alguna parte no incluye satisfacer ciertas curiosidades. Alguien podría objetar que se viven a destiempo, ¡cómo no atendí a la profesora de física de la secundaria! Digan que no. Hace unos años, en una travesía para cruzar el charco rumbo a la península ibérica, no pude evitar detenerme en un atractivo flight attendant a quien veía todo lo concentrado que cabe en la distribución de panes a los pasajeros de clase turista en la que yo viajaba. El hombre tenía en una mano una panera y en la otra una pinza y recorría con ellas las filas de asientos al ritmo de una interrogación: ¿Pan? Lo seguía yo con la mirada diciéndome que a fin de cuentas proporcionar a los viajeros el manjarcillo que antecedía a la cena era bienvenido. Lo que me desconsolaba era que el sujeto parecía ausente de sí mismo. Repetía el ofrecimiento que dicho sea de paso nadie rechazaba, sin agregar ni un mús. Bastaba sin embargo cualquier pregunta de un pasajero para que el hombre desdibujara su sonrisa de autómata y respondiera con un monosílabo: No, de eso no me encargo yo. Sin descartar que hubiera podido sorprenderme, si tras mis gracias por el pan le lanzaba un ¿y sabe usted por qué vuelan los aviones? No lo hice y con mi carbohidrato en el azafate vi al flight attendant esfumarse en la parte trasera del avión. Minutos van minutos vienen. La cena había sido ya repartida, cuando lo ví de nuevo. Hacía el mismo recorrido sin haber perdido su congelada sonrisa, pero había construído una frase: ¿Un poco más de pan?

¡Ay, con eso de subirse a un avión! El lunes cuando ponga un nuevo post, no estaré ya en Lima, ¡adivinen dónde! Como consuelo acabo de leer en una web donde ofrecen quitarle a uno la fobia aérea."Volar es seguro, ningún otro transporte, ni siquiera sus piernas cuando camina, presentan la seguridad de los aviones modernos". Mejor me la creo...pero entonces, ¡ustedes corren peligro! Cuídense mucho, invisibles y apreciados lectores.

Imágenes: Carlos Amorales.

2 comentarios:

Flor dijo...

wow

Anónimo dijo...

Disfrute su viaje Cara Lichi y háganos saber del arte de aquellas tierras..besos.. Olga